lunes, 21 de septiembre de 2015

Besos

Sé de muchos de los besos que regalaste, antes de recibir los míos. En buena hora te regalé mi beso inicial, porque fue perfecto, con la medida justa de besos previos, besos ajenos. Sé de muchos de los labios que te sonrieron, entre beso y beso, antes de que yo te sonriera como nunca sonreí, luego de llenarme de tu beso.
Hace poco –hace tanto- que no llega más tu boca hacía la mía, que nuestros labios no se recorren mutuamente. Bienaventuradas las mujeres que besan tu boca ahora. Y bienaventurada yo, que pasé por ella, y como aún queda tu beso en mí (en mi boca, en mi cuerpo), confío en que en ella queda algo de mí. Por la experiencia de nuestros besos no me arrepiento de nada, por la desilusión de ya no tenerlos, me reservó la melancolía para explayarme en otra ocasión.
Me niego a decir que te extraño, que te quiero, y sabe Dios cuantas melancólicas verdades más. Me las guardo, me las escondo, hasta perderlas, o eso espero; perderlas por un tiempo, hasta que ya no duelan tanto. Sin embargo, a esta altura de mis besos, ya me puedo asegurar que jamás voy a besar con tanto anhelo, tanta sed de alguien, como te he besado  a vos. 

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